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Retinopatía diabética

¿Qué es la retinopatía diabética?

La diabetes mellitus o retinopatía diabética es un trastorno metabólico global que cursa con diversas complicaciones vasculares en el organismo. Además, cuando la enfermedad coexiste con otras alteraciones generales (hipertensión arterial, obesidad, aumento del colesterol, etc.) el riesgo de sufrir complicaciones oculares se multiplica.

La diabetes puede dañar los pequeños vasos sanguíneos de la retina, que es la capa posterior del ojo. Esto se conoce como retinopatía diabética. La retina transforma la luz y las imágenes que entran en el ojo en señales nerviosas que son enviadas al cerebro.

La retinopatía diabética es una complicación frecuente de la diabetes mellitus que compromete el funcionamiento de la retina. Es una  patología  que aparece cuando se deterioran los vasos sanguíneos de la retina. Estos vasos alterados pueden dilatarse, provocar el escape de fluido (plasma, lípidos y/o sangre) e incluso pueden ocluirse, dejando parte de la retina sin circulación sanguínea. Todos estos fenómenos que suceden a causa de la diabetes pueden ocasionar un daño progresivo en estructuras del globo ocular, dando lugar a una disminución severa de la visión e incluso, sin un tratamiento adecuado, conducir a la ceguera.

Sorprendentemente, incluso en fases muy avanzadas, la retinopatía diabética no siempre provoca molestias visuales. Por ello es conveniente que el paciente diabético se someta a controles oftalmológicos periódicos.

Factores de riesgo para el desarrollo de la retinopatía diabética

En nuestro país, la prevalencia de la retinopatía diabética varía entre un 6,3% y un 26,1%, según los estudios. 

Los principales factores de riesgo para el desarrollo de la retinopatía diabética son:

  • Duración de la diabetes
  • Niveles altos de glucosa en sangre
  • Presión arterial alta

Por ello, la primera recomendación para un paciente afecto de retinopatía diabética es que sea muy disciplinado con el cuidado de su estado general, con la dieta, con el control del peso y con las pautas que le marque su endocrinólogo.

La diabetes no se cura, pero su buen control ya supone una gran conquista.

Síntomas

La retinopatía diabética frecuentemente no ofrece ninguna señal de advertencia en fases iniciales. En la mayoría de los casos no provoca síntomas hasta que los daños en el ojo son graves.

La disminución lentamente progresiva de la visión en una persona diabética suele traducir la presencia de líquido acumulado en la parte central de la retina (edema macular). Otras veces, la enfermedad debuta con una hemorragia intraocular aguda, siendo el primer síntoma la aparición súbita y muy alarmante de manchas que oscurecen parcial o totalmente la visión. Sin embargo, es importante recordar que la retinopatía diabética puede estar presente, incluso en fases muy avanzadas, y no dar lugar a ningún tipo de molestia visual.

Los síntomas que suelen aparecer son:

  • Visión borrosa.
  • Moscas volantes.
  • Pérdida lenta de visión con el transcurso del tiempo.
  • Pérdida repentina de visión.

La detección precoz y el tratamiento a tiempo mejoran ostensiblemente el pronóstico visual de la enfermedad y pueden evitar la progresión hacia la ceguera.

Pruebas diagnósticas

Las principales pruebas en el diagnóstico de esta patología son:

  • Angiografía fluoresceínica:tras inyectar un contraste endovenoso se estudia el riego sanguíneo a nivel retiniano.
  • Tomografía de coherencia óptica (OCT): se obtiene una imagen del área macular muy útil para diagnóstico y seguimiento del edema macular.
  • Angio-OCT: prueba que nos ayuda a saber el grado de aporte sanguíneo en la mácula.
  • Ecografía: especialmente útil en el estudio de hemorragias intraoculares que impiden la visualización del fondo del ojo

 

¿Qué tratamientos hay actualmente?

Algunos pacientes afectos de retinopatía diabética únicamente precisan realizar controles periódicos de su estado ocular.

En otros casos es necesario aplicar láser selectivamente sobre los vasos anómalos de la retina para reducir el edema, o bien sobre áreas isquémicas (sin riego sanguíneo) para evitar la progresión de la enfermedad hacia formas más graves.

En los casos más avanzados, con hemorragia intraocular y/o desprendimiento de retina, es preciso recurrir a técnicas de microcirugía intraocular (vitrectomía), que habitualmente realizamos bajo anestesia local.

Igualmente, la inyección de fármacos intraoculares resulta muy efectiva en casos seleccionados.